COMO DAR MALAS NOTICIAS
Del
empirismo al Protocolo de Buckman-Baile
Dr.
Jorge O. Galíndez*
La puerta de la Sala de Terapia
Intensiva se abrió fuera del horario de visitas. Sentado en una vieja silla un
jovencito me miró directamente a los ojos. ¿“Familiar de Beliz”? pregunté. Sin
levantarse pero sin dejar de mirarme asintió con la cabeza. “Lamentablemente
falleció” dije automáticamente. Muy perturbado y sin saber que hacer di media
vuelta cerré la puerta y volví a la Sala. Era mi primera vez. ¡Todo lo había
hecho mal!
Tiempo después le pude responder
a mi conciencia que, inquieta como siempre, me seguía interrogando sobre el
tema. “hice lo mejor que pude” le decía.
No hay primera ni última vez,
siempre se hace difícil dar malas noticias. Pero, ¿cómo lo hacemos? ¿Alguien
nos enseña en la carrera o incluso durante el cursado de una especialidad de
cómo enfrentar ese momento?
En mi caso y en muchos que he
consultado la respuesta ha sido, No. Sin embargo, seguramente, habrá docentes
que se ocupan de preparar a sus alumnos para esta difícil situación.
Recientemente tuve la
oportunidad de asistir, en el marco del “Encuentro de
Comunicación en Salud", a la excelente disertación que
nos brindó Alejandra Rigalli,
Psicóloga del CUDAIO y del Colegio de Médicos, que me impactaron fuertemente no solo por la solidez
de sus conocimientos, la transmisión de
sus experiencias y vivencias sino también
por la participación activa de la audiencia, que sentía que por primera vez
encontraba un ámbito para preguntar dudas o contar anécdotas de su vida
profesional pero y por sobre todo, superar la conducta innata y empírica con la
cual todos hemos transitado la vida profesional, e ingresar al lugar donde
encontrar las formas adecuadas de comunicar situaciones emocionales críticas.
Se me hace necesario aclarar que una mala noticia no es solamente una
situación de vida o muerte! Vaya si no lo es una simple fractura del pie en un
deportista joven y en pleno ascenso de su carrera o hacer una hora de cola en
una farmacia de hospital esperando un medicamento que aliviará a un hijo y
encontrarse que ¡no hay más! ¿Qué es sino una mala noticia tener
que ser intervenido quirúrgicamente justo antes de un viaje de estudios con sus
compañeros de clase con el que tanto
había soñado, trabajado y ahorrado y que ya nunca podrá realizar?
Debo decir, como siempre sucede,
que una vez despertado el interés aparecen muchos tratados sobre el tema que me
eran desconocidos. Entre ellos sobresale claramente el de Robert Buckman y
Walter Baile de la Universidad de Toronto que entendieron que sí bien,
comunicar malas noticias –considerada por entonces como una tarea de segundo
plano- era una de las situaciones que mayor stress generaban entre los médicos,
diseñaron un protocolo que se tornó absolutamente imprescindible desde ese
momento y que me permito recomendar.
De las seis etapas que describen
los autores y que deberíamos seguir al pie de la letra me
interesa destacar la importancia de estar muy atentos al lenguaje no verbal del
paciente o sus familiares según sea el caso. Detectar las reacciones más
frecuentes,ansiedad, miedo, tristeza, agresividad, negación y ambivalencia
afectiva nos permitirá además de aportar los datos clínicamente imprescindibles
proporcionar el mejor ambiente y clima emocional posible para ese dramático
momento.
Revisando ese viejo episodio con
el que comencé esta editorial puedo hoy analizarlo y entender que en ese
momento yo no comprendí el impacto emocional y las repercusiones negativas
que significa dar malas noticias de una manera tan inadecuada.
¿Quién
era ese joven? ¿su novio?, ¿su hermano?, ¿un amigo? ¿Que sabía de la gravedad
de la situación? ¿Había alguien más en el Hospital que pudiera acompañarlo y
contenerlo? Estaba consciente yo de mi relación de “poder”, parado con
guardapolvo y estetoscopio en el cuello ante casi un niño que me miraba
fijamente pero desde abajo.
Nunca
más lo vi y ni siquiera podría reconocerlo hoy, pero estoy seguro que ambos no
olvidamos ese instante, que nunca podré reparar
y del que ni siquiera sabré
cuales fueron las consecuencias de esa “mala
praxis” originada en el desconocimiento.
Ojalá este mensaje sirva para
que todos aquellos que tenemos responsabilidades docentes, rescatemos el tema y
lo pongamos en el destacado lugar que seguramente le corresponde.
-Jefe del Servicio de Clínica
Médica del Hospital Escuela Eva Perón
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