domingo, 8 de septiembre de 2024

 

EL “ANA-ANA” y LOS MEDICOS

¿Dilema Ético o Costumbre Naturalizada?

 

Dr. Jorge O Galíndez*

 

¿Qué es eso del ana-ana? me preguntó curioso Cristian, un alumno a punto de recibirse de médico en el “office” de enfermería repleto gente.



Sí bien entendí perfectamente a qué se refería, no encontré, en ese momento, las palabras justas para explicarle este modismo tan argentino por lo que le contesté con otra expresión también muy nuestra, “Es el vamo y vamo” le respondí desenteniéndome. mientras me alejaba para evitar una incómoda segunda pregunta.

Esos pocos segundos de charla despertaron mi curiosidad por averiguar el origen de la expresión que, ahora sé, aparentemente, se remontaría a los lejanos  años de las recetas magistrales, donde los galenos para pedir al  boticario que preparaba las pócimas  cuando dos ingredientes tenían  la misma concentración simplemente le anotaba "aa”.



Ciertamente, todos conocemos su significado, las implicancias ético-legales que conllevan y reconocemos, sin dudas, como la principal causa que llevara al suicidio al Dr. René Favaloro, pero poco se habla del tema entre los médicos. Imagino  que lo hacemos de manera culposa, no obstante he de admitir que en nuestra corporación la modalidad es aceptada sin mayores reproches, utilizando términos  actuales, “está naturalizada”.



“Ana-ana” es una dicotomía oscura, una retribución o regalo que se recibe por una prestación, referenciación o derivación que se hace sin el conocimiento del paciente.

Raúl Valdez, Profesor de Dermatología de la Universidad Austral y  reconocido académico argentino, escribió hace unos años una brillante editorial**, en la que asocia el ana-ana con las enseñanzas de Don Quijote de la Mancha. (Segunda parte, capítulo LVIII). que a mi manera de ver explica el dilema ético al que nos enfrentamos los médicos.



Veamos:

“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;... por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir al hombre. Digo esto Sancho, porque bien has visto el regalo y la abundancia que en este castillo que dejamos hemos tenido... que las obligaciones de las recompensas y mercedes recibidas son ataduras que no dejan campear al ánimo libre.

 ¡Venturoso aquel a quien el Cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo Cielo!". a lo que Valdéz se pregunta: "¿De qué cautiverio nos habla Cervantes?". 

De aquel que va nublando nuestra conciencia hasta no permitirnos distinguir sí nuestra indicación fue pensada sólo para el bien del enfermo o por la recompensa prometida y, por el contrario, valora la libertad de no quedar atado para elegir lo mejor sabiendo que no habrá mayor recompensa en la conciencia que el trabajo bien hecho.

Indudablemente,  el Quijote prefirió abandonar las comodidades del castillo en el que estaba alojado, pero  que lo ataban para tener la libertad de cumplir su misión.



Alejándonos de las inquebrantables convicciones del Dr. Favaloro y de los pensamientos utópicos de la pluma de Cervantes, la realidad y perdón por el anglicismo –la real life– nos lleva a referirnos a los pasados años donde la práctica era habitual y casi generalizada hasta que escandalosos casos de corrupción en los Estados Unidos, que afectaron grandemente la libre competencia en el sistema financiero en los años setenta, produjeron a partir de entonces un necesario cambio de paradigma respecto a la relación de las empresas con los profesionales

La mayoría de los países sancionaron severas leyes, decretos y regulaciones de todo tipo que obligaron a las compañías a generar internamente complejas áreas. que hoy son decisivas para la asignación de recursos en forma eficiente, garantizando el cumplimiento de las leyes y normativas, que hoy son fundamentales y claves para el futuro de las empresas, sí quieren evitar juicios penales y condenas sociales que, como sabemos, persiguen a ciertos sectores de la industria.



De esas nuevas “Gerencias de Cumplimiento Normativo” proviene otro anglicismo que debimos aprender, “Compliance”, que resume en una sola palabra todo lo antedicho.

Utilizando modismos actuales, en nuestro país los resultados  fueron categóricos en lo que llamaríamos “la macro”, como aquellas grandes "atenciones". En cambio, en “la micro”,  como pequeños gestos casi de cortesía, no hay datos seguros, pero siempre queda el viejo axioma de:

“Echa la ley, hecha la trampa”

 

*Jefe del Servicio de Clínica Médica del Hospital Escuela Eva Perón.

** The "ana-ana" and the freedom of conscience in Don Quixote”. Dermatología Argentina 2017.

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