Un cambio inesperado
De Médico a paciente
Dr. Jorge O Galíndez*
Pase por aquí doctor.
Vestido con un impecable ambo blanco el
joven técnico radiólogo me condujo por un zigzagueante y poco iluminado
pasillo. Se detuvo ante una puerta gris, la abrió y me dijo amablemente
“saquese los lentes, acuéstese en la camilla y espéreme un segundo”.
La cefalea lejos de ceder era cada vez más
punzante y frecuente.
Solo, frente al Tomógrafo, que hoy veía
más grande y amenazador, obedecí las órdenes mientras miraba la maquina con cierta desconfianza a
sabiendas de que en instantes iba a
escrudiñar mi cerebro sin piedad.
Ya en posición recordé las instrucciones
de mi esposa. “Cerrá los ojos y pensá en cosas lindas” me había dicho en la
sala de espera con una sonrisa que intentaba ocultar sus temores.
A decir verdad no pude hacerle caso ya que
sólo sentí la necesidad de rezar hasta que el monótono y recurrente sonido del
equipo se silenció. La puerta volvió a abrirse y escuché una voz que me decía
“Ya está todo, puede irse nomás, doctor”.
En su condición de enfermos, muchos
médicos aprecian el valor de la espiritualidad, dice Albújar-Baca, Profesor de
la Universidad de Trujillo en su muy interesante ensayo “Cuando el médico es el
paciente” y vaya sí tiene razón!
La pregunta es qué nos pasa cuando
súbitamente nos convertimos en pacientes, y como aceptamos ese cambio de identidad.
Esta situación vivida me
hizo reflexionar sobre un cierto pensamiento mágico al que a veces nos
aferrarnos, que lo llamaría “soberbia del sano” entre los médicos,
que solemos ver a la enfermedad como un desvalor que afecta a los demás
mortales y que el guardapolvo blanco que usamos actúa para con nosotros como un
protector infalible y que cuando falla y
la enfermedad aparece, sobre todo cuando es inesperada, nos descoloca y obliga
a un cambio de roles al que no estamos acostumbrados y que nos revela
dramáticamente nuestra muy negada fragilidad.
Sin dudas nos encontramos en la consulta
ante una situación de inferioridad que desconocemos y que nos es hostil. Estar
sentado del otro lado del escritorio nos muestra una realidad totalmente
distinta.
“El punto de vista define el panorama”
suelo pontificar ante mis colegas.
Albert Jovell, Profesor Asociado de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Universitat Autónoma de Barcelona, en su libro El médico social resume en una frase icónica su papel de médico y paciente "He tenido dos carreras de medicina dice, la vertical como médico y la horizontal como paciente. En la vertical, ves la enfermedad, en la horizontal, la vives".
Dos días después otra vez me enfrenté al tomógrafo, pero todo parecía distinto ya no lo veía como arrogante y todopoderoso sino como alguien que iba a guiar las manos del experimentado especialista*** cuando clavara la aguja sobre mi cuello buscando las raíces nerviosas cercanas a la columna cervical para bloquearme el dolor.
Mientras realizaba su trabajo y yo me mantenía inmóvil y concentrado comenzó a contarme que cuando él era muy chico iba a ver jugar al futbol a su padre y de allí me recordaba ya que yo también lo hacía en los míticos enfrentamientos de los torneos que organizaba la Asociación Médica en Arroyo Seco. Sin dudas ese acercamiento personal lo cambió todo, ahí con toda la tecnología a su alrededor apareció el doctor cercano que todos los pacientes necesitamos.
Sonó el teléfono.
“-¿Dr.
Galíndez?-. –Sí, soy yo- Mi médico de cabecera me dijo que lo llame para
pedirle una consulta. Cuando lo puedo ver?
Todo había vuelto a la “normalidad”.
*Jefe del
Servicio de Clínica Médica del Hospital Escuela Eva Perón
** Dr.
Enrique Giavitto.
*** Dr.
Marcos Fachetti.
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