jueves, 3 de septiembre de 2020


 

EN EL PICO DE CONTAGIOS, EL COVID-19 MUESTRA CIERTA CLEMENCIA

 

Dr. Jorge Galíndez

 

Ahora que todo indica que la provincia de Santa Fe está sufriendo el pico de contagios de coronavirus,  puedo afirmar –en base al estudio y las vivencias personales que enfrenté como médico especialista- que esta pandemia del coronavirus no es ni lejos la peor que la humanidad padeció.

Bien sabemos que hay virus más y menos agresivos y que están aquellos que contagian con más o menos intensidad. Es de la observación del comportamiento del Covid 19 la que nos lleva a preguntarnos si hemos meditado correctamente que hubiese sido de nosotros sí el coronavirus, como tantos otros, hubiera tenido predilección por los niños, las embarazadas y los jóvenes.

Vaya el recuerdo de los años cincuenta cuando familias enteras vieron truncados sus sueños y esperanzas para siempre cuando estalló en Rosario la epidemia de poliomielitis que sesgó la vida de muchos de ellos y dejó secuelas permanentes en aquellos que lo sobrevivieron y, sin dudarlo, a toda la sociedad que tardó decenas de años en asimilar lo que nos pasó.

Hoy, en estos “días oscuros” en los que reina el miedo a infectarnos y en los que compartimos el sufrimiento de los enfermos y sus seres queridos, busco elementos objetivos que permitan aportar optimismo. Y es ahí cuando me pregunto:

 ¿Hemos valorado objetivamente que a la facilidad de transmisión del Covid 19 se le contrapone una baja agresividad, concentrando su peor cara casi exclusivamente en gente que sufre patologías previas graves y muchas veces irreversibles.

 ¿Nos queda claro que, precisamente, gracias a eso en un tiempo no lejano se producirá una inmunidad generalizada de la población que finalmente  lo  condenará a un papel secundario dentro de las patologías virales?

Más allá del terrible impacto económico que la pandemia está causando, me esperanza ver como los equipos de salud empiezan a pregonar estos conceptos, y que además del tremendo esfuerzo diario que les impone la coyuntura ya están pensando en las enseñanzas que ha de dejarnos esta pandemia y en cómo diseñar la nueva medicina que se impondrá en el futuro cercano.

Quiero subrayar en este párrafo final lo que siento personalmente y las enseñanzas positivas que me deja vivir en este mundo incierto. He aprendido a valorizar aquellos pequeños gestos -como el beso y el abrazo a quienes más queremos- y que hoy me son negados, pero, por sobretodo, valoro la posibilidad de darnos el tiempo para conocer, aunque sea un poco más, la complejidad de nuestro mundo interior donde casi nadie llega, excepto uno mismo, a veces.

domingo, 26 de julio de 2020

El Desgaste

EL DESGASTE

Dr. Jorge Galíndez*

La palabra que con más frecuencia vengo escuchando de mis colegas es “Desgaste”.

En ella resumimos las numerosas y distintas vivencias de los últimos meses de trabajo en un Hospital designado como COVID19; es decir, destinado por las autoridades  para atender este tipo de pacientes.

Es bien sabido que nuestra ciudad, hasta ahora, no ha sido impactada fuertemente por la pandemia y que son muy pocos los pacientes internados pero durante éstos últimos meses en nuestro servicio sólo hablamos de ello, de nuestra inexperiencia, de la falta de evidencias internacionales sobre tratamientos exitosos, sobre la inquietud de sí vamos a tener los elementos necesarios para mantenernos seguros, del alto porcentaje de trabajadores de la salud que resultan infectados y sobre todo del MIEDO de llevar el virus a nuestros seres más queridos.

Nuestra realidad ha sido hasta el momento esa sensación de alerta permanente, esa descarga de adrenalina que se siente al estar en  contacto  con el paciente “sospechoso” aquel que nos obliga a esperar muchas horas en esa duda de “sí será o no será”. Quien puede negar la incertidumbre y el desgaste anímico que cada una de éstas situaciones conlleva a la que se suma la certeza que en cualquier descuido todo nos puede pasar.

Nuestra obligación es cuidarlos, cubrirlos, apoyarlos, brindarles seguridad pero también estar alertas sobre los primeros signos de agotamiento que alerten sobre  nuestro tan temido “Burn Out” que dicho sencillamente significa “estar quemados” sin posibilidad de seguir adelante.

Todos hemos visto por televisión el aplauso a los nuevos “héroes” de la pandemia que  enfrentados a desafíos sin precedentes se mantienen firmes en la trinchera pero debemos reconocer que estar en la primera línea de una pandemia global tiene un alto costo psicofísico y que se hace necesario identificar  tempranamente esos sutiles primeros síntomas que tomados a tiempo son totalmente reversibles pero que sí los dejamos avanzar van a afectar severamente su  futuro personal y profesional.

 El autoexamen, la visión de nuestra familia y de los compañeros de trabajo nos va a ayudar a detectarlos.

Volverse más apático, más retraído, más descuidado, extraviar elementos de trabajo, olvidos de compromisos son sólo algunas de las muchas alertas que debemos reconocer para nuestra más rápida respuesta.

Quiero finalmente, realizar un aporte que estimo fundamental para mitigar nuestras cambiantes y desafiantes sensaciones cotidianas y aconsejar, sí se me permite, una premisa para estos tiempos de pandemia.

 Reemplacemos la elevada autoestima que  sentimos al ver mejorar o curar a nuestros pacientes por la gratificante sensación del deber cumplido y del esfuerzo realizado, olvidándonos, aunque sea por ahora, de los inciertos resultados.

 

*Jefe del Servicio de Clínica Médica. Hospital Escuela Eva Perón


Ya hay 1.716 Médicos y trabajadores de la Salud infectados con Coronavirus.

Trabajo publicado el 26 de  febrero de 2020

No fue escuchado por quienes tenían obligación de hacerlo 


Ya hay 1.716 Médicos y trabajadores de la Salud  infectados con Coronavirus.

Prof. Adj. Dr. Jorge O. Galíndez*

Esta inquietante noticia emitida por La Comisión Nacional de Salud de China este fin de semana tuvo inmediata repercusión entre los profesionales de todo el mundo y gran repercusión en los principales medios de difusión internacionales.

Es alarmante el alto precio que están pagando no sólo médicos sino todo el personal hospitalario que está al frente de la epidemia en los lugares de mayor impacto.

En la provincia de Hubei hay 1.502 trabajadores médicos infectados, de los cuales 1.102 están en la capital de Wuhan que sí se compara con los 1,002 trabajadores de la salud afectados en TODA China Continental reportados por la OMS a lo largo de todo el brote del SARS 2002-2003 y superando el total mundial de trabajadores de la salud enfermos, lo que a las claras significaría un irrefrenable pronóstico para los próximos meses.

 Los informes de este asombroso número de casos han renovado las alertas alrededor del mundo. China ha ordenado el despliegue de 2600 especialistas más a la Región lo que hace un total ahora de 6600 profesionales, superando por mucho la respuesta a la epidemia mencionada más arriba.

Ante esta situación se hacen imprescindibles concretas acciones globales sugeridas por la OMS y de las cuales nuestro país no debe estar ajeno y que nos permitimos enumerar a continuación:

-        Entrenar al personal “lo antes posible”.

-        Disponibilidad, sostenibilidad y producción en masa de los Equipos de Protección Personal (EPP) que van mucho más allá que el uso de barbijos.

-        Prepararlos para el impacto moral y para afrontar las preocupaciones familiares que la situación conlleve.

-        Discutir el deber de servir y las consideraciones éticas para todos los trabajadores de la salud.

-        Desarrollar las planificaciones de crisis para la atención inmediata de aquellos que se enfrenten con el virus.

Este nuevo desafió encuentra a nuestro país en una condición ideal dado que hemos tenido el tiempo suficiente para planificar el accionar ante casos sospechosos o confirmados.

Sería lamentable que malgastemos esta ventaja.

*Jefe del Servicio de Clínica Médica del Hospital Escuela Eva Perón de Granadero Baigorria.