lunes, 17 de abril de 2023

 

EN LA SALA DE MEDICOS*

Lo que decía ayer lo que siento hoy

Dr. Jorge O. Galíndez**

 

Las líneas que siguen pueden resultar polémicas y frente a temas susceptibles de generar debates hay quienes prefieren la reserva. En mi caso, elijo pensar en voz alta consciente de que no me creo dueño de la verdad y de que entiendo al debate como procedimiento necesario para el crecimiento en el campo de las ideas. 

Este es el marco que quiero darle a las palabras que siguen, más allá de que algunos lectores no puedan compartirlas y hasta no sea –como se acostumbra decir- “políticamente correcto” hacerlo.

Frente al heterogéneo grupo de residentes que han asistido a nuestro Servicio a lo largo de más de tres décadas, con frecuencia me encuentro pensando –en rigor, “fantaseando”- que entre ellos puede estar un futuro premio Nobel o un profesional que reconocerán en todo el mundo.

Ante esa situación, es habitual que transmita a todo el grupo algunas ideas que apuntan a motivarlos para que se esfuercen y tengan capacidad para elegir el rumbo adecuado. En el caso específico de su futuro profesional, creo sinceramente que el camino correcto es el de la super especialización. Para eso, ya no basta con el título de grado ni la especialización sino que además es necesario realizar un posgrado más específico aún, en un  centro de mayor prestigio y desarrollo, preferiblemente en el exterior.

“Capacítense, especialícense, profundicen los conocimientos afuera y vuelvan”, solía decir como marcando etapas de ese camino. “Es que, en la actualidad hay muy buenos profesionales y para destacarse, para ser reconocidos, hay que ser saber mucho de poco”.

¿A quién le interesan los consejos? En un Sala poblada de jóvenes con distintas expectativas –todas ellas legítimas- me sería fácil pensar que probablemente a nadie lo que me eximiría de profundizar en un tema tan crítico como su futuro. Sin embargo a mí me sucede algo distinto.

En la rutina del trabajo diario en el hospital estoy atento a los detalles, busco un gesto, un rasgo, una señal, en los atareados jóvenes médicos que me indique que estoy ante “ese” joven y cuando creo encontrarla, en ese preciso instante se produce en mí una extraña sensación. Imagino que él  soy yo e intento recordar que reclamaba, en ese entonces, de mis maestros.

En otros casos, la postura de un residente o su forma de expresarse me lleva a imaginar el deseo de escuchar una voz que reafirme sus convicciones o simplemente que le marque el camino

En ambas situaciones, siento que merecen una palabra nacida de la experiencia y, ante todo, debo ser sincero con ellos y conmigo mismo. Aún a riesgo de encender una polémica o recibir algunas objeciones –como ya señalé al principio, me inclino por contarles como veo yo el futuro de la Medicina, y reflexiono con ellos, “Uds. tienen que elegir entre dos opciones, ser un mar playito donde se sabe bastante de mucho o un pozo profundo donde se sabe mucho de poco”. Ante tamaña disyuntiva ambos caminos están poblados de pros y contras pero yo al momento de elegir me decidí por el pozo profundo, les digo.

De todo lo expuesto nacía mi insistente consejo. “Capacítense, especialícense, profundicen los conocimientos afuera y vuelvan”. Insistía “Vuelvan”!!. ¿Qué quería decir con esta última palabra?

Debo admitir que siempre he visto con rechazo a aquellos que formados dentro de un sistema público y gratuito en nuestro país luego van a ejercer en el extranjero. “La consigna es capacitarse en el exterior y regresar para dar frutos en Argentina”, en repetido durante años.

Hoy con todo dolor debo expresar que ya no siento el mismo entusiasmo de motivarlos a “volver”, mis palabras y el tono de mi voz me traicionan cuando hablo del tema frente a ellos y veo en sus ojos la misma duda. Callo y en ese silencio que nos gana a todos siento que hay mucho de tristeza, incertidumbre y comprensión.

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*Adaptado del capítulo 45, Postales del Aula, de mi libro “Ya no es tan grave” publicado en su primera edición en 2005.

** Jefe del Servicio de Clínica Médica del Hospital Escuela Eva Peró