EL
Dr. GOOGLE
Prof. Adj. Dr. Jorge Galíndez*
Conviven habitualmente en charlas
informales entre colegas; son dichos frecuentes entre amigos y muy comunes recuerdos compartidos con
nuestros pacientes la disyuntiva no
resuelta que se nos presenta ante la opción de elegir entre aquel recuerdo nostálgico del idealizado médico que acudía a nuestros domicilios en la
argentina de los años 50 y la deshumanización que conlleva el avance irrefrenable de la tecnología.
En el primer caso, recordamos a ese distinguido
y respetable profesional que conocía personalmente a los miembros de la familia
y que atendía a todos por igual. Eramos sus pacientes, desde la abuela hasta
los niños y porque no, muchas veces
controlaba también el embarazo de
las más jóvenes.
En lo personal, evoco esos momentos
mágicos cuando ansioso esperaba la visita del médico asomado en el balcón de mi
casa. Recuerdo perfectamente la curiosidad que me despertaba verle llegar y
bajarse de un poderoso auto, ese que ni
en sueños podría yo llegar a tener.
Eran los tiempos en que previo a su
llegada, las amas de casa se preparaban para recibirlo: ponían sábanas y
toallas reservadas especialmente para éstos acontecimientos. La visita
culminaba generalmente, con un café caliente que el galeno tomaba sin apuro,
mientras charlaba informalmente con todo el grupo familiar.
El otro de los relatos, al que hacemos
mención en la disyuntiva planteada al inicio de éste ensayo, es algo totalmente
opuesto a ese retrato del pasado. Remeda el caso de gran cantidad de pacientes
y sus familiares que no sólo escuchan la palabra del médico en el consultorio
sino que se informan también a través de la formidable herramienta que hoy se
nos brinda en forma sencilla y gratuita a través de Internet.
Hoy ya es una realidad, y vaya sí hemos
tenido que acostumbrarnos, el ser interrogados sobre nuestra opinión sobre tal
o cual cosa que nuestros pacientes han leído en alguna de las innumerables
páginas que con información médica versátil o no, están al alcance de un click
en los teléfonos inteligentes.
Tampoco ya nos llama la atención la solicitud de acceder a una “segunda
consulta” realizada por prestigiosos médicos extranjeros que, vía skype
observan todos los estudios realizados, emiten su diagnóstico y aconsejan la
terapéutica que estiman es la correcta.
Que decir de las cada día más frecuentes
consultas por Whatsapp!! que con mensajes de texto, fotos y filmaciones
nuestros enfermos utilizan, cada vez con mayor frecuencia, para consultarnos o informarnos en tiempo real y
al detalle la evolución de su enfermedad.
Sin embargo, estas dos situaciones
planteadas: el médico de familia y el apoyo de la tecnología, pronto podrían
pasar a ser obsoletas, ya que lo que realmente está por desplegarse es la
definitiva llegada del Dr. Google, como nuestro médico de cabecera.
Es muy posible que en poco tiempo más,
lo que hasta ahora es una intermediación brindada por la web entre nosotros y
el paciente, evolucione de tal manera que el médico deje de ser necesario y la
consulta se realice con el procesador directamente.
Los prototipos ensayados son capaces de
interpretar los motivos de consultas, solicitar los estudios complementarios
necesarios y -en cuestión de segundos- consultar miles de opiniones de casos
similares, analizar resultados, comparar estadísticas y revisar estudios de
avanzada.
Finalmente, nuestro médico de cabecera
-el Dr. Google- emitirá un diagnóstico y tratamiento avalado por toda una
biblioteca virtual que jamás ningún ser humano podría llegar a consultar, así
se tomara toda la vida estudiando un único caso.
Quedan ya pocas dudas que en el futuro,
el médico aquel que cubría todas nuestras necesidades y expectativas va a ser
reemplazado por este nuevo actor de la medicina con capacidad técnica para solucionar
todos nuestros problemas orgánicos.
Paralelamente habremos desechado
definitivamente nuestro tan resguardado tesoro -la relación médico-paciente-
que con su enorme efecto contenedor suplió durante siglos toda nuestra
ignorancia.
*Jefe del Servicio de
Clínica Médica del Hospital Escuela Eva Perón.
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