¿QUE
TANTO DE “HONORARIO” TIENEN
LOS HONORARIOS PROFESIONALES?
Una visión realista de las remuneraciones del trabajo
médico
Dr. Jorge O. Galíndez*
“Dr, ya depositaron sus
honorarios”.
El contundente y conciso WhatsUpp de la secretaria se repite
rutinariamente una vez más. Desde hace años Laura me lo recuerda cuando se
hacen efectivos los pagos de las Obras Sociales.
¡Le descontaron 30 mil pesos!, sigue
el mensaje. En una orden se equivocó de fecha, otra se olvidó el diagnóstico y
en otra vio dos veces en el mismo mes a un paciente y su mutual sólo reconoce
una visita.
“Lo de siempre”, pensé
resignado. Toda excusa viene bien para pagarnos menos y bajar costos!
Sin mayor entusiasmo miré mi “homebanking”, para ver el monto acreditado y por primera vez en tantos años de médico se me cruzó la pregunta.
Porque llamamos a nuestra
retribución, por cierto cada vez más exigua, “Honorarios”?
Y eso me llevó a
reflexionar sobre la visión actualizada de nuestro trabajo, la forma en que lo
desarrollamos, como somos vistos por la
sociedad donde vivimos y para teorizar si, a fin de cuentas, catalogar a
nuestra remuneración profesional como honorario, inconscientemente nos impide
plantarnos y exigir una retribución que consideremos justa. ¿No será que vernos
(y hacernos ver) como profesionales merecedores de “honores” actúa como un
mecanismo interno que nos invalida bajarnos del pedestal y sentarnos a discutir
remuneraciones como hacen el resto de los mortales? Veamos:
¿Donde creo que se originó la
usanza de este modismo que hoy no es más
que el pago por un servicio brindado?
Estimo que es una construcción que nos refiere a un pasado donde unos pocos accedían a estudios superiores y que éstos, en general provenientes de familias acomodadas, no estaban pendientes de sus ingresos profesionales para su vida diaria ya que su bienestar no dependía sólo de ellos sino de emprendimientos y negocios familiares.
Eran esos pocos médicos en las
ciudades (y ni que hablar en los pueblos) que con atender un `puñado de
consultas en sus clínicas particulares podían, incluso, dedicarle mañanas
enteras al trabajo gratuito en los hospitales públicos prestando su atención y
conocimientos –algunos con compromiso real y otros en forma de graciosa
dádiva- a las que no le otorgaban mayor valor económico.
Este pensamiento, que me verosímil,
despertó aún más mi curiosidad y la necesidad de confirmación por lo que decidí
ahondar un poco más y esa misma noche busqué los reales significados de honorario y de honor, de donde proviene el adjetivo.
Los hallazgos fueron contundentes. Que sirve para
honrar a alguien. Dicho de un título o de un cargo que se tiene con los
honores, pero sin las responsabilidades y funciones efectivas que conlleva.
Mucho más concluyente es el significado del sustantivo honor, que se lo incluye dentro de las cualidades morales, que conllevan al “cumplimiento de los deberes respecto del prójimo y de uno mismo” y para complicar la cuestión, otros lo definen como “Gloria o buena reputación que sigue a la virtud, al mérito o a las acciones heroicas”.
A simple vista, y creo que estaremos de acuerdo, no parece para nada algo relacionado a un pago por una prestación, que es lo que en realidad recibimos en la actualidad y que existe una gran distancia entre esta valoración teórica y la realidad de nuestro trabajo diario bastante alejado de tantas declamadas cualidades.
Hoy, mayoritariamente nuestros ingresos provienen de sueldos de los gobiernos (local, nacional y provincial) o de grandes estructuras corporativas sindicales o “prepagas”.
Crudamente dicho, el monto de nuestro sustento económico depende de los políticos, los gremialistas, los gerentes de empresas privadas, todos muy lejos del romanticismo al que apela en sus orígenes aquel ancestral Concejo de Honorarios.
Para los gobernantes somos una parte más de la “masa salarial”, mientras que los dirigentes sindicales nos analizan como la parte más barata de sus costos. Y los gerentes, nos consideran dóciles e inofensivos ante la definición del dinero a pagarnos (“¿Cómo los médicos se van a estar preocupando por la plata”, es un concepto ya instalado).
Hay una última reflexión que no quiero dejar de mencionar
ya que está también íntimamente relacionada con nuestra profesión, el ser “ad honorem”. Latinazgo cuyo significado
es "por la honra,
el prestigio o la satisfacción personal que la tarea brinda", pero que no
en pocas veces es una forma de ser utilizado como mano de obra barata o para realizar trabajos que cobran otros.
Pero hay más: Los médicos no cobramos por nuestra atención, seguramente por alguna ancestral culpa, a colegas; familiares de colegas; familiares; familiares de nuestros familiares; amigos; familiares de los amigos; amigos de nuestros hijos; familiares de los amigos de nuestros hijos; amigos de nuestros padres; familiares de amigos de nuestros padres; vecinos; compañeros de trabajo; “amigos” del club; etc, etc. Cierto es que alguno de ellos, eventualmente, nos envían en un lindo envoltorio una “botellita de vino”!
Sobran los ejemplos de que la mayoría de éstas mismas personas sí necesitamos de su servicio no dudan en cobrarnos. Eso sí, los más considerados nos hacen un “descuentito” como atención.
Y vuelvo al inicio, para preguntarme: ¿Qué tanto de “honorario”
tiene en el siglo XXI la retribución por el trabajo que realizamos los médicos?
Y, la verdad, me tengo que esforzar para que la respuesta no sea cruelmente,
“poco o nada”.
*Jefe del
Servicio de Clínica Médica del Hospital Escuela Eva Perón
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