EL FANTASMA DE LA MALA PRAXIS
El terror a la culpa, al desprestigio y a la ruina económica
La visión de los médicos
Dr. Jorge O Galíndez*
¿Estamos al día con el seguro de mala praxis?, preguntó consternado el amigo
y colega a su secretaria.
Hace un año que dejó de pagarlo Doctor, ¿se acuerda que dijo que no tenía
plata? respondió Amalia sentada frente a la pared del consultorio repleta de distinciones, títulos y fotos
de congresos que él siempre exhibía con orgullo.
En sus
manos sostenía una notificación judicial que con solo leer su primer párrafo
presagiaba un rotundo cambio a su vida. En
los autos caratulados… vengo a iniciar una acción por posible mala praxis
médica en relación a los hechos que a continuación expongo…
Con los ojos clavados en el nombre
del demandante, apoyó los codos sobre el escritorio, se tomó la cabeza y
balbuceó “Yo sabía…”!
Era solo el comienzo.
¿Lo esperaban años de inquietud,
desasosiego, miradas furtivas e interrogantes y un largo padecimiento que
incluiría el transitar por estudios jurídicos y estrados judiciales abrumado
por la culpa aún en la certeza de su inocencia?
Dejemos por un momento el caso de
nuestro amigo al cual volveremos más adelante y veamos el tema es su compleja
globalidad.
El
"fantasma de la mala praxis" es un tema recurrente en las
conversaciones entre los médicos ya que nos
afecta a todos transversalmente, tanto a los jóvenes profesionales como a los expertos
especialistas claro que, con mayor énfasis en especialidades claves donde el
temor a ser demandados en el ejercicio de la profesión es aún mayor.
Sí
bien no hay estadísticas oficiales, según estimaciones de distintas
asociaciones médicas consultadas, este tipo de situaciones la han vivido a lo
largo de su carrera entre un 10 y 20 % del total de los médicos en nuestro país.
Una primera manera de tratar de entender lo que nos pasa es aceptar
nuestra injustificable ignorancia sobre cuáles
son las leyes y regulaciones que nos ponen bajo la lupa de la justicia.
Los que han pasado por esos momentos
relatan que cuando se desata la tormenta aparecen amenazantes en
nuestras vidas el Código Civil y Comercial, las leyes que protegen los Derechos
del Paciente y lo que es peor la posibilidad de una denuncia penal prevista en la Ley 17.132 que pueden
incluso llevarnos a la prisión.
En apoyo de
estos dichos se han escrito numerosos trabajos científicos entre los que
destaco una investigación que realizaron Bourne, T y cols en el año 2018. The impact of complaints procedures and
malpractice litigation on doctors’ psychological wellbeing: A systematic
review,** publicada
en la revista European
Psychiatry donde se confirma que el miedo a ser demandados
genera altos niveles de stress, ansiedad, angustia y depresión por la sola
percepción del riesgo legal y demuestra además en forma complementaria, que
este miedo afecta y demora la toma de decisiones médicas con el consiguiente
perjuicio para los pacientes.
No quiero dejar pasar el caso por todos conocidos y de gran repercusión
nacional como fue la muerte de la periodista Débora Pérez Volpin que falleció
durante un estudio endoscópico provocando en este tipo de especialistas un
terror a continuar este tipo de estudios, generalmente de riesgo muy bajo, por
temor no solo a la demanda sino al linchamiento
social que recibieron sus colegas que muchas veces es peor que la pena impuesta
por la ley. La paranoia fue tal que en ese momento se produjeron cancelaciones
masivas debidas no solo al terror de los equipos profesionales sino también al
de los propios pacientes que se negaban a realizarlos comprometiendo su salud.
De todas estas desagradables experiencias también es justo reconocer que ejercer
la medicina con ese “temor” también a contribuido a mejorar nuestro trabajo.
Sin dudas, acostumbrarnos a
seguir protocolos preestablecidos, cumplir con las guías de las buenas
prácticas priorizando la evidencia científica ha contribuido no solo a mejorar
la calidad de la atención sino a protegernos de eventuales reclamos.
Cumplir estrictamente con todos
los requisitos previstos en la Ley 26.529 sobre el Consentimiento Informado nos
permite que, tras la explicación exhaustiva de los riesgos y beneficios de una
acción médica con los pacientes y sus familiares, se compartan las responsabilidades con ellos
lo que lo convierte es una herramienta muy poderosa para nuestra defensa.
El ser más cuidadosos al completar historias clínicas, registrando cada paso
del proceso diagnóstico y terapéutico no sólo nos protege legalmente sino que,
al mejorar la trazabilidad de nuestras acciones, mejora y hacen más entendibles
nuestras decisiones a ojos no entrenados, por ejemplo de los abogados.
Si nuestra rutina es esa, evitaremos transitar años
de disputas con finales inciertos. Cierto es que en la mayoría de los casos, se
resuelven extra o judicialmente a favor de los profesionales pero en otros recaen
severas responsabilidades civiles y
hasta penales con todas las consecuencias que son fácilmente imaginables.
Y bien vale enfatizar y capitalizar la
experiencia de todos aquellos que han debido pasar por ese calvario que coinciden es que el deambular una y mil
veces por tribunales y estudios jurídicos, la lucha con la culpa o la certeza
de ser inocentes pero sintiendo el señalamiento permanentemente, les han
producido profundas alteraciones, que no
pocas veces son irreversibles, afectando no sólo su vida profesional y psíquica
sino con alto impacto familiar y afectivo.
Hace unos días, mientras realizaba un trámite en
la Mutual de la Asociación Médica me encontré con mi amigo que estaba también esperando a
ser atendido.
Curioso, le pregunté cómo había andado el caso de
aquella denuncia. Con cierta tristeza en sus ojos me contestó en voz baja,
“Mirá, no tenían pruebas concretas y yo estaba seguro de haber hecho las cosas
bien, así y todo con toda la bronca, le
tuve que hacer caso al abogado y llegar a un arreglo extrajudicial que me salió carísimo pero por suerte mis
viejos ayudaron y así pude evitarme el
calvario y la odisea que me esperaban sí
llegábamos a un juicio.
Se quedó en silencio
unos segundos y de pronto envalentonado, me dijo:
“¿Te acordás de
Julito?”
Sí, respondí sonriendo,
el hijo del fiscal que jugaba al futbol con nosotros, no?
“El mismo. Ese sí que la
tiene clara! ¿Sabés que me dijo?
Despréndete de todo lo que tengas, pásaselo a tu familia y los “bogas” no te joden más!
Le hice caso, hoy lo
único que tengo a mi nombre es el carnet de socio de Central Córdoba.
*Médico. Escribe
hace ocho años textos que publica regularmente en su
jorgeogalindez.blogspot.com . Autor de
libros, “Ya no es tan grave”, la historia de los médicos que enfrentamos
al sida y “Mientras el mundo se transforma” Reflexiones sobre Medicina, Ciencia
y Liderazgo. Es médico distinguido de la ciudad de Rosario, Argentina.
** https://bmjopen.bmj.com/content/5/1/e006687
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