lunes, 22 de septiembre de 2025



EL FANTASMA DE LA MALA PRAXIS

El terror a la culpa, al desprestigio y a la ruina económica

La visión de los médicos 


Dr. Jorge O Galíndez*

 

¿Estamos al día con el seguro de mala praxis?, preguntó consternado el amigo y colega a su secretaria.

Hace un año que dejó de pagarlo Doctor, ¿se acuerda que dijo que no tenía plata? respondió Amalia sentada frente a la pared del consultorio repleta de distinciones, títulos y fotos de congresos que él siempre exhibía con orgullo.

En sus manos sostenía una notificación judicial que con solo leer su primer párrafo presagiaba un rotundo cambio a su vida. En los autos caratulados… vengo a iniciar una acción por posible mala praxis médica en relación a los hechos que a continuación expongo…



Con los ojos clavados en el nombre del demandante, apoyó los codos sobre el escritorio, se tomó la cabeza y balbuceó “Yo sabía…”!

Era solo el comienzo.

¿Lo esperaban años de inquietud, desasosiego, miradas furtivas e interrogantes y un largo padecimiento que incluiría el transitar por estudios jurídicos y estrados judiciales abrumado por la culpa aún en la certeza de su inocencia?

Dejemos por un momento el caso de nuestro amigo al cual volveremos más adelante y veamos el tema es su compleja globalidad.

El "fantasma de la mala praxis" es un tema recurrente en las conversaciones entre los médicos ya que  nos afecta a todos transversalmente, tanto a los jóvenes profesionales como a los expertos especialistas claro que, con mayor énfasis en especialidades claves donde el temor a ser demandados en el ejercicio de la profesión es aún mayor.

Sí  bien no hay estadísticas oficiales, según estimaciones de distintas asociaciones médicas consultadas, este tipo de situaciones la han vivido a lo largo de su carrera entre un 10 y 20 % del total de los médicos en nuestro país.

Una primera manera de tratar de entender lo que nos pasa es aceptar nuestra  injustificable ignorancia sobre cuáles son las leyes y regulaciones que nos ponen bajo la lupa de la justicia.

Los que han pasado por esos momentos  relatan que cuando se desata la tormenta aparecen amenazantes en nuestras vidas el Código Civil y Comercial, las leyes que protegen los Derechos del Paciente y lo que es peor la posibilidad de una denuncia  penal prevista en la Ley 17.132 que pueden incluso llevarnos a la prisión.



En apoyo de  estos dichos se han escrito numerosos trabajos científicos entre los que destaco una investigación que realizaron Bourne, T y cols en el año  2018. The impact of complaints procedures and malpractice litigation on doctors’ psychological wellbeing: A systematic review,** publicada en  la revista European Psychiatry  donde se confirma que el miedo a ser demandados genera altos niveles de stress, ansiedad, angustia y depresión por la sola percepción del riesgo legal y demuestra además en forma complementaria, que este miedo afecta y demora la toma de decisiones médicas con el consiguiente perjuicio para los pacientes.

No quiero dejar pasar el caso por todos conocidos y de gran repercusión nacional como fue la muerte de la periodista Débora Pérez Volpin que falleció durante un estudio endoscópico provocando en este tipo de especialistas un terror a continuar este tipo de estudios, generalmente de riesgo muy bajo, por temor no solo a la demanda sino al linchamiento social que recibieron sus colegas que muchas veces es peor que la pena impuesta por la ley. La paranoia fue tal que en ese momento se produjeron cancelaciones masivas debidas no solo al terror de los equipos profesionales sino también al de los propios pacientes que se negaban a realizarlos comprometiendo su salud.



De todas estas desagradables experiencias también es justo reconocer que ejercer la medicina con ese “temor” también a contribuido a mejorar nuestro trabajo.

Sin dudas, acostumbrarnos a seguir protocolos preestablecidos, cumplir con las guías de las buenas prácticas priorizando la evidencia científica ha contribuido no solo a mejorar la calidad de la atención sino a protegernos de eventuales reclamos.

Cumplir estrictamente con todos los requisitos previstos en la Ley 26.529 sobre el Consentimiento Informado nos permite que, tras la explicación exhaustiva de los riesgos y beneficios de una acción médica con los pacientes y sus familiares,  se compartan las responsabilidades con ellos lo que lo convierte es una herramienta muy poderosa para nuestra defensa.



El ser más cuidadosos al completar historias clínicas, registrando cada paso del proceso diagnóstico y terapéutico no sólo nos protege legalmente sino que, al mejorar la trazabilidad de nuestras acciones, mejora y hacen más entendibles nuestras decisiones a ojos no entrenados, por ejemplo de los abogados.  

Si nuestra rutina es esa, evitaremos transitar años de disputas con finales inciertos. Cierto es que en la mayoría de los casos, se resuelven extra o judicialmente a favor de los profesionales pero en otros recaen severas responsabilidades civiles y  hasta penales con todas las consecuencias que son fácilmente imaginables.

 Y bien vale enfatizar y capitalizar la experiencia de todos aquellos que han debido pasar por ese calvario  que coinciden es que el deambular una y mil veces por tribunales y estudios jurídicos, la lucha con la culpa o la certeza de ser inocentes pero sintiendo el  señalamiento permanentemente, les han producido  profundas alteraciones, que no pocas veces son irreversibles, afectando no sólo su vida profesional y psíquica sino con alto impacto familiar y afectivo.

Hace unos días, mientras realizaba un trámite en la Mutual de la Asociación Médica me encontré con mi amigo que estaba también esperando a ser atendido.



Curioso, le pregunté cómo había andado el caso de aquella denuncia. Con cierta tristeza en sus ojos me contestó en voz baja, “Mirá, no tenían pruebas concretas y yo estaba seguro de haber hecho las cosas bien, así y todo con toda la bronca,  le tuve que hacer caso al abogado y llegar a un arreglo extrajudicial que me salió carísimo pero por suerte mis viejos ayudaron y así pude evitarme  el calvario  y la odisea que me esperaban  sí llegábamos a un juicio.

Se quedó en silencio unos segundos y de pronto envalentonado, me dijo:

“¿Te acordás de Julito?”

Sí, respondí sonriendo, el hijo del fiscal que jugaba al futbol con nosotros, no?



“El mismo. Ese sí que la tiene clara! ¿Sabés que me dijo?

 Despréndete de todo lo que tengas, pásaselo a tu familia y  los “bogas” no te joden más!

Le hice caso, hoy lo único que tengo a mi nombre es el carnet de socio de Central Córdoba.

 

*Médico. Escribe hace ocho años textos que publica regularmente en su jorgeogalindez.blogspot.com . Autor de  libros, “Ya no es tan grave”, la historia de los médicos que enfrentamos al sida y “Mientras el mundo se transforma” Reflexiones sobre Medicina, Ciencia y Liderazgo. Es médico distinguido de la ciudad de Rosario, Argentina.

** https://bmjopen.bmj.com/content/5/1/e006687


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